Cuando la realidad toca la puerta (carta a mi hijo de 12)

Si queremos que el malestar disminuya y aumente el bienestar, no podemos pertenecer al equipo de los que viven en la inercia y la indiferencia, a los que todo les da igual. Tampoco al equipo de los que se quejan pero nunca proponen nada. O de los que aceptan todo sin chistar. ¡Mucho menos pertenecer…